La primera se llamaba Ana y era vecina mía;ella tenía siete años y yo ocho cuando,en la intimidad del rellano de la escalera jugamos a los médicos. Se suponía que yo era ginecólogo, así que Anita se levantó las faldas, se bajó las braguitas y me pidió que le realizara un examen vaginal. No sé de donde sacó eso de examen vaginal(supongo que lo habría oído decir a su madre), pero yo no tenía ni la más remota idea de qué me estaba hablando, así que me quedé absolutamente inmóvil, y no solo porque ignorase cómo demonios se hacía un examen vaginal
, sino también,y sobre todo, porque al despojarse mi vecinita de la ropa interior yo había descubierto de repente que entre los niños y las niñas existe una sutil, aunque apreciable, diferencia, lo cual me había dejado estupefacto. Harta de mi inoperancia como terapeuta, Ana se subió las braguitas, dijo que ahora era ella la médica y procedió a operarme de un supuesto enfisema pulmonar, intervención a la que me sometí sumisamente, pues aún estaba un tanto aturdido por aquella diferencia que acababa de descubrir...
, sino también,y sobre todo, porque al despojarse mi vecinita de la ropa interior yo había descubierto de repente que entre los niños y las niñas existe una sutil, aunque apreciable, diferencia, lo cual me había dejado estupefacto. Harta de mi inoperancia como terapeuta, Ana se subió las braguitas, dijo que ahora era ella la médica y procedió a operarme de un supuesto enfisema pulmonar, intervención a la que me sometí sumisamente, pues aún estaba un tanto aturdido por aquella diferencia que acababa de descubrir...
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